Estudió literatura en la Universidad Yonsei y debutó como poeta antes de volcarse a la narrativa. Su obra incluye novelas como Actos humanos (una exploración brutal sobre la violencia política) y Blanco (una reflexión delicada sobre el duelo y el cuerpo). Pero fue La Vegetariana, publicada en 2007 y traducida al inglés por Deborah Smith en 2015, la que la catapultó a la escena internacional.

Han Kang no escribe para consolar. Sus libros son espejos deformantes: nos muestran la belleza y la crueldad de lo humano en la misma página. El cuerpo, la memoria, la violencia y la voluntad son sus ejes. Su estilo es a la vez abstracto y profundamente encarnado: como si las palabras respiraran y sangraran.

En sus entrevistas, Han Kang habla poco, casi con timidez. Pero en sus novelas, ruge. Desde lo etéreo, desde lo simbólico, desde esa zona donde las mujeres dejamos de complacer para simplemente ser.

La Vegetariana

Han Kang

Han Kang nació en 1970 en Gwangju, Corea del Sur —una ciudad marcada por la represión estatal, la masacre del 18 de mayo de 1980, y una historia de resistencia que la autora lleva inscrita en su narrativa. Es hija del novelista Han Seung-won, y creció rodeada de palabras, pero su estilo es singular: no heredado, sino esculpido con precisión quirúrgica y una sensibilidad que roza lo místico.

Conoce a la Autora

Reseña

Por Viviana Orozco

Todo empieza con un sueño. Un sueño violento, sangriento. Un sueño que deja el sabor metálico de la carne en la boca. Y desde ahí, una mujer callada decide hacer lo impensable: dejar de comer carne. Parece una decisión trivial, excéntrica. Pero lo que sigue es una caída lenta y exquisita hacia una forma de resistencia que el mundo no está preparado para mirar sin asco ni furia.

Yeong-hye no quiere más carne. Pero La Vegetariana no es un libro sobre dietas ni sobre ética alimentaria. Es una novela sobre cuerpos que no quieren obedecer. Sobre una mujer que, en vez de gritar, deja de consumir, deja de participar, deja de ser funcional. Lo que Yeong-hye hace —esa negación— es un acto profundamente político, aunque no lo verbalice. Aunque no lo racionalice. Su cuerpo toma la decisión por ella. Deja de ser útil. Deja de ser deseable. Deja de estar viva de la manera correcta.

El libro se divide en tres partes, y ninguna está narrada por ella. Este detalle es clave: La Vegetariana no le da voz directa a su protagonista. La mirada siempre viene desde otros —el esposo, el cuñado, la hermana—, y en esa decisión narrativa Han Kang nos recuerda algo brutal: incluso cuando las mujeres intentan reclamar su autonomía, el mundo se apresura a interpretarlas, diagnosticarles, corregirles.

A medida que avanza la historia, Yeong-hye se convierte en algo más que una mujer. O tal vez, menos. Su deseo de ser vegetal —de eliminar toda traza de violencia de su existencia— es leído como locura. Su cuerpo se vuelve flaco, etéreo, inservible. Ya no alimenta el deseo masculino. Ya no es madre, esposa, ni nada que se considere útil. En esa renuncia radical se halla lo más subversivo: la negativa de participar en el ciclo social que exige que las mujeres estén disponibles, sean funcionales, amables, decorativas, productivas.

Pero La Vegetariana también es una novela sobre trauma. Sobre lo que el cuerpo guarda cuando la mente decide olvidar. El cuerpo de Yeong-hye recuerda algo —quizá un abuso, quizá una vida de silencios impuestos— y reacciona. La salud mental no es explorada desde lo clínico, sino desde lo simbólico. El cuerpo, como en la tradición más honda de la literatura femenina, se convierte en el lenguaje.

Han Kang escribe con una belleza que duele. La prosa es elegante, casi poética, pero cada frase está cargada de tensión. Esta contradicción —la violencia dicha con suavidad— es lo que hace que el libro se quede clavado bajo la piel.

La novela, ganadora del Man Booker International Prize, no tiene respuestas fáciles. No nos dice si Yeong-hye está loca o iluminada. No nos ofrece consuelo. Pero sí nos ofrece algo raro y precioso: una historia donde la desobediencia femenina no se castiga con moraleja, sino con silencio, con hambre, con raíces que brotan desde el delirio.

“Soñé con carne. Carne sangrienta. Y me desperté con el sabor de la sangre en la boca.”
Frase destacada ellasxella:

🍽️ No es sobre comida.

Es sobre control, trauma y deseo.

 

🌱 El cuerpo como resistencia.

El cuerpo como territorio que se niega a ser devorado.

 

💀 ¿Y si volverse planta fuera una forma de libertad?

¿Y si dejar de ser útil fuera un acto de poder?

 

🖋 Han Kang nos da poesía en forma de cuchillo.

Y nos recuerda que la locura a veces es el único refugio.

 

¿Por qué en ellasxella?

Porque necesitamos libros que nos hablen del cuerpo sin pedir perdón.
Libros que incomodan. Libros que brotan desde el abismo.

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