Conocí a Paty en la prepa, cuando entré a mitad de semestre a un salón lleno de gente ruidosa. Me sentía totalmente fuera de lugar, ajena a todas las personas, a esta ciudad y a todo mi entorno. Recuerdo que, desde el principio, la vi y pensé que era una modelo, pues su altura y porte naturales la hacían resaltar inevitablemente. Mi sorpresa fue encontrarme con un alma amable, cálida y calmada.
Años después, en mis primeros trabajos como fotógrafa, tuve la oportunidad de volver a toparme con Paty, ya convertida en una modelo profesional: segura, elegante, con la fuerza de una pantera en la pasarela y la versatilidad de un camaleón frente a la cámara.